lunes, 1 de junio de 2015

REFLEXIÓN- SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y SANGRE DE CRISTO.B. -7 de junio de 2015

                                       Última Cena. Panteón de los reyes de la Basílica de San Isidoro. León
LA SANGRE DE LA ALIANZA
“Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos”. Con estas palabras acompaña Moisés el rito de asperjar a las gentes de su pueblo con la sangre de los animales degollados como sacrificio de comunión (Ex 24, 8).
Estas palabra están colocadas como culminación de lo que se suele conocer como el “Códice de la Alianza”. La experiencia religiosa del Monte Sinaí significa la revelación de Dios al pueblo de Israel. El Dios que lo ha liberado de la esclavitud sufrida durante tantos años en las tierras de Egipto. El único de Dios.
Ahora bien, la iniciativa liberadora de Dios no estaba completa si el pueblo no asumía de forma responsable la tarea de continuar su liberación. Eso significan las normas contenidas en el Decálogo. De ahí que la moral de Israel haya que entenderla como la “Moral de la Alianza”.
La aspersión con la sangre de las víctimas ofrecidas al Señor es el sello que viene a ratificar esa alianza entre Dios y su pueblo. Hay un pacto de Sangre entre el libertador y los liberados. La libertad es un don gratuito, pero es también una tarea responsable 

LA ENTREGA DEL PAN

El texto evangélico que hoy se proclama nos sitúa en el contexto de la última cena que  Jesús celebra con sus discípulos antes de su muerte. Dos de ellos la han preparada en la casa del hombre del cántaro. Se supone que es la cena pascual. Los hebreos sacrifican en el templo los corderos y dan gracias por la liberación que Dios concedió a sus padres.
Mientras están a la mesa, Jesús toma el pan, pronuncia la bendición, lo parte y se lo da a sus discípulos: diciendo: “Tomad, esto es mi cuerpo”. La entrega del pan, significa que Jesús ha entregado su vida por los suyos y ha de entregarla de forma definitiva.  Aquel gesto abrazaba los tiempos. A la vez recordaba esa entrega y la anticipaba. 
Pero, al mismo tiempo aquel gesto se convertía en modélico y normativo. Los discípulos habrían de repetir el signo y su significado. Celebrarían la eucaristía con fe en su Señor. La repetirían en la esperanza de su manifestación. Y la convertirían en memorial y signo de su caridad, es decir de su amor a su Maestro y de su amor recíproco.

EL VINO NUEVO

A continuación Jesús hace lo mismo con una copa de vino. Pronuncia la acción de gracias a Dios, la pasa a sus discípulos y todos van bebiendo de ella. Las palabras del Maestro han quedado grabadas en la memoria de los suyos:
 • “Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos”. Jesús es el nuevo Cordero de la Pascua nueva y universal. Con la sangre de Jesús, Dios renueva su alianza. Pero ahora no la ofrece solamente por los hebreos que peregrinan por el desierto. La ofrece en señal de redención por todos los hombres.
• “No volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”. La copa se pasaba de mano en mano como signo de comunión. Nos impresiona esa certeza de Jesús de que ya no beberá vino. Pero lo verdaderamente importante está en la segunda parte de la frase. Jesús anuncia la total novedad de la comunión fraterna en el Reino de Dios.
- Señor Jesús, en este día en que veneramos el regalo de tu cuerpo y de tu sangre, te damos gracias por el signo del pan y del vino. Por haberte quedado con nosotros en la Eucaristía. Por entregarte cada día por nosotros. Y por anunciarnos la eterna novedad del amor y del servicio compartido. Amén. 
                                                                                 José-Román Flecha Andrés