LA
VIDRIERA Y EL MONTE
El
día 6 de agosto se celebra la fiesta de la Transfiguración de Jesús. En la
iglesia de San Francisco en la ciudad de Flagstaf, Arizona, USA, se encuentra
en una gran vidriera que retoma el cuadro pintado por Rafael que repesenta ese
momento de la vida de Jesús.
Quienes
han visitado alguna vez la Tierra Santa suelen recordar con cariño y gratitud
la visita al Monte Tabor. Casi todos dicen que allí experimentaron un momento
de paz. Como los discípulos predilectos de Jesús, hubieran querido quedar en lo
alto de la montaña meditando este misterio.
En el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos
un hernoso texto de la liturgia bizantina que nos ayuda a considerar la
Transfiguración del Señor: “Tú te has transfigurado en la montaña, y, en la
medida en que ellos eran capaces, tus discípulos han contemplado tu Gloria, oh
Cristo Dios, para que cuando te vieran crucificado comprendiesen que tu pasión
era voluntaria y anunciasen al mundo que Tú eres verdaderamente la irradiación
del Padre”.
El texto evangélico incuye tres verbos
muy significativos: contemplar, comprender y anunciar. Con ellos se evoca la
actitud de los apóstoles Pedro Santiago y Juan, que fueron testigos de aquel misterio. Esas tres
actitudes que resumen la vida y la misión de todos los cristianos.
Esta fiesta de la Transfiguración de
Jesús resume tambien nuestra vocación. No podemos olvidar el juego que se
establece en los evangelios entre los verbos “escuchar” y “ver”. Las gentes del
antiguo Israel había sido llamadas a escuchar las profecías. Los discípulos de
Jesús pudieron ver al elegido de Dios.
Pedro Santiago y Juan oyeron una voz que les
decía: “Este es mi hijo amado, escuchadlo”.
Con esas palabras presenta a Jesús la voz que sale de la nube. Todos nos
lleva a pensar que estas palabras constituyen el centro y el motivo de todo el
relato evangélico. Y, por tanto, resultan importantes para los cristianos de todos
los tiempos.
Gracias a la voz que resonaba en lo alto
procedente de los cielos, los apóstoles pudieron comprender el mensaje y la profecia de su Maestro. La Transfiguración de Jesús nos dice que la
muerte de Jesús no fue un accidente de trabajo. Y que él la habia previsto y
aceotado para nuestra salvación.
En virtud del Espíritu de Pentecostés,
recibieron la fuerza para anunciarlo a los cuatro vientos. Con ellos estábamos
nosotros. Tambien nosotros hemos sido llamados a anunciar la gloria del Resucitado.
Escuchar al Hijo de Dios es la clave de
nuestra fe. Esa escucha da sentido a nuestra vida de creyentes. Y, por
supuesto, nos señale el “qué” y el “cómo” de la evangelización. Gracias a la
experiencia del Monte sabemos lo que hemos de anunciar y recibimos la fuerza
para anunciar ese mensaje.
José-Román
Flecha Andrés