domingo, 11 de marzo de 2018

VIA CRUCIS- LA ORACIÓN

LA FORTALEZA

     ”No debemos derribar nuestro corazón,
por más que las penas crezcan,
porque tanto más aparejo hay
para que parezca la fortaleza de Cristo en nosotros,
cuanto nuestras flaquezas fueren mayores”

                                                                                                            San Juan de Ávila, Carta 81

1ª Estación: Jesús condenado a muerte

     En un primer momento Jesús es juzgado por los jefes religiosos de su pueblo. A sus preguntas responde con una profecía: «Veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra de Dios y venir entre las nubes del cielo» (Mc 14,62). Después es juzgado por Pilato, que representa la fuerza del imperio romano. Sus soldados se burlan de la indefensión de un prisionero que se dice rey. Herodes lo toma por loco. Pero en el humillado por los poderosos se manifiesta la fortaleza de Dios.   

     – Jesús Maestro, enséñanos a descubrir la fortaleza y el apoyo de Dios en    nuestra vida.
     – Jesús Hermano, ayúdanos a servir siempre a la verdad, más que al poder que humilla a los marginados
     – Jesús Señor, escucha nuestra oración cuando no encontramos ayuda en nuestos hermanos y vecinos.

2ª Estación: Jesús carga con la cruz

     Nuestra memoria nos lleva a recordar la fortaleza de Sansón. El libro de los Jueces  nos dice que una noche arránco de cuajo las enormes puertas de las murallas de Gaza y las llevo hasta las cercanías de Hebrón (Jue 16, 1-3). Con ese gesto se mostraba más fuerte que sus enemigos. Jesús carga con su cruz. Y con ella nos libra de las asechanzas de los que nos apartan del bien y de la gracia.  

     – Jesús Maestro, enséñanos que la verdadera fortaleza no se debe a nosotros sino a tu gracia.
     – Jesús Hermano, ayúdanos a cargar con la cruz que nos ha tocado en suerte. 
     – Jesús Señor, escucha la súplica que te dirigimos por todos los que son obligados a caminar bajo la cruz

3ª Estación: Jesús cae por primera vez 

     Las tentaciones de Jesús en el monte son un reflejo de las que se nos presentan a cada paso. El evangelio nos dice que el tentador trata de aprovechar el hambre de Jesús. Por eso le propone que convierta las piedras en panes (Mt 4,3). En realidad le pide que demuestre que es Hijo de Dios. Nuestra primera caída puede ser la de la pereza egoista. Pero la virtud de la fortaleza no se manifiesta en trucos de magia, sino en la escucha de la palabra de Dios. .

     – Jesús Maestro, enséñanos a escuchar la palabra de Dios que nos alimenta y guía nuestros pasos. 
     – Jesús Hermano, ayúdanos a superar nuestra sed de placeres y a  denunciar sus constantes seducciones.
     – Jesús Señor, perdona nuestras caidas y danos la fuerza para superarlas. 

4ª Estación: Jesús encuentra a su madre

     En su visita a Isabel, María cantaba la fuerza de Dios que deja en ridículo la altanería humana: “Desplegó la fuerza de su brazo. Dispersó a los que son soberbios en su propio corazón” (Lc 1,51). Según la tradición, María sale al encuentro de su Hijo, que es llevado al patíbulo. Tanto la Madre como el Hijo sólo en Dios encuentran la fortaleza necesaria para recorrer su camino. Hoy María se nos presenta como la Madre y figura de la Iglesia, que se hace fuerte en la persecución.

     – Jesús Maestro, enséñanos a contemplar y alabar la fuerza de Dios, como María.
     – Jesús Hermano, ayúdanos a buscarte por el camino de la vida en comunion con todos los miembros de la Iglesia.
     – Jesús Señor, concede tu fortaleza a los hijos de la Iglesia, que son perseguidos en tantos lugares de la tierra.

5ª Estación: Simón de Cirene ayuda a Jesús

     Cuando llevaban a Jesús hacia el Calvario, los soldados “obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo... a que llevara su cruz” (Mc 15,21). Fue obligado por la fuerza. Pero el mismo evangelio de Marcos anota que Simón era el padre de Alejandro y de Rufo, a los que un día recordará san Pablo (Rom 16,13). Seguramente serían conocidos por la comunidad cristiana. Así que la gracia se muestra en ellos más fuerte que la imposición humana. 

     – Jesús Maestro, enséñanos a aceptar nuestra debilidad y la ayuda que los demás nos puedan prestar. 
     – Jesús Hermano, ayúdanos a crear instituciones solidarias que acudan en socorro de la fragilidad humana. 
     – Jesús Señor, que tu gracia nos fortalezca, para que nosotros podamos ayudar a   los demás.

6ª Estación: La Verónica limpia el rostro de Jesús

     En la basílica de San Pedro de Roma hay un monumento a la Verónica. La tradición ha visto en ella un signo de valentía. No era fácil mostrar compasión hacia un condenado por hereje y sedicioso. Pero la leyenda nos dice que la fortaleza de esta mujer se ve premiada con la imagen de Jesús que se imprime en su velo. También hoy, la fortaleza del testimonio de los cristianos hace visible en el mundo el rostro, la vida y el mensaje de Jesucristo.  
     – Jesús Maestro, enséñanos a mantenernos fieles a tu voluntad, a pesar de las dificultades que nos acechan.   
     – Jesús Hermano, ayúdanos a colaborar eficazmente con las organizaciones que tratan de aliviar a los marginados.­
     – Jesús Señor, fija tu imagen en nuestro corazón, en nuestra palabra y en todos los gestos de nuestra vida diaria.

7ª Estación: Jesús cae por segunda vez

     Según el evangelio, el tentador sugirió a Jesús que se arrojara desde el alero del templo. Los ángeles vendrían a sostenerlo y así podría ser reconocido como el Mesías esperado (Mt 4,5-6). Pero Jesús no cedió ante esta tentación del prestigio. La fortaleza del espíritu no necesita de los fáciles reclamos de la publicidad. Jesús citó con acierto el libro del Deuteronomio: «No tentarás al Señor tu Dios» (Dt 6,16). Con ello, indicaba la respuesta adecuada para todos los creyentes.

     – Jesús Maestro, enséñanos a escuchar la palabra de Dios que nos alimenta y guía nuestros pasos. 
     – Jesús Hermano, ayúdanos a superar nuestra sed de poder y de dominio y a  denunciar sus constantes seducciones.
     – Jesús Señor, perdona nuestras caidas y danos la fuerza para superarlas. 

8ª Estación: Jesús y las mujeres de Jerusalén

     Las mujeres de Jerusalén no eran indiferentes ante el dolor de los condenados. Algunas de ellas se lamentan y lloran por Jesús cuando lo ven caminar hacia el Calvario (Lc 23,27). En estos tiempos en los que se impone la altanería de despreciar a Cristo y a los cristianos, hace falta una gran fortaleza para aceptar su mensaje y mostrarse como sus seguidores. Como hace falta fortaleza para reconocer el fracaso al que nos lleva la irresponsabilidad de nuestra sociedad. Así se lo recordó Jesús a las mujeres de la Ciudad Santa y pecadora. 
     – Jesús Maestro, en un mundo marcado por el egoismo y la cobardía, enséñanos a mostrar con palabras y obras que somos tus discípulos.
     – Jesús Hermano, ayúdanos a compadecernos eficazmente de los dolores humanos.
     – Jesús Señor, danos tu fortaleza para que nuestra compasión no se manifieste en un compromiso sincero 

9ª Estación: Jesús cae por tercera vez

     La tradición recuerda una tercera caída de Jesús en el camino del Calvario. También nosotros recordamos la tercera tentación que sufrió en el desierto. El tentador le había ofrecido todos los reinos y riquezas de este mundo como premio de su adoración (Mt 4, 8-9). En nuestro tiempo, la ambición de riquezas y poder ha llevado a muchos a caer en la corrupción. Pero hace falta cultivar la fortaleza de espíritu para aceptar vivir con lo esencial. Para no adorar a nadie a cambio de bienes injustos. 

     – Jesús Maestro, enséñanos a escuchar la palabra de Dios que nos alimenta y guía nuestros pasos. 
     – Jesús Hermano, ayúdanos a dominar nuestra sed de riquezas y a  denunciar sus constantes seducciones.
     – Jesús Señor, ten piedad, perdona nuestras caidas y danos la fuerza para superarlas. 

10ª Estación: Jesús, despojado de sus vestiduras

     Jesús había dicho que el Reino de Dios sufre violencia y es arrebatado por los fuertes (Lc 16,16). Con ello no pretendía justificar la violencia de los que despojan de sus derechos a los débiles. La verdadera fortaleza no se manifiesta en la avaricia, sino en el tesón para vivir los valores propios del Reino de Dios. La fe, como el amor, no es un simple sentimiento. Comporta un compromiso de vida. Y ese compromiso no se puede mantener sin la fortaleza. Como dirá San Pablo: “Todo lo puedo en aquel que me hace fuerte” (Flp 4,13). 

     – Jesús Maestro, enséñanos a descubrir, respetar y tutelar la dignidad de toda persona.
     – Jesús Hermano, ayúdanos a vestir a los despojados por el ansia de consumo que mueve a nuestra sociedad.
     – Jesús Señor, danos la luz para reconocerte a ti en el desnudo y la cretatividad de la caridad para remediar sus carencias.

11ª Estación:  Jesús es clavado en la cruz

     Ser clavado en la cruz es la señal de la mayor debilidad humana. Pero San Pablo afirma que el Evangelio es una fuerza de Dios para la salvación de todo el que cree (Rom 1,16). La verdadera fortaleza. Ante ella, toda altanería es falsa y ridícula. El mismo Pablo recuerda que la debilidad divina es más fuerte que la fuerza de los hombres (1 Cor 1, 25-30). El buen ladrón reconoce en Jesús esa fuerza que abre las puertas del Reino de Dios. Por eso le ruega con esperanza: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino» (Lc 23,42).

     – Jesús Maestro, enséñanos a escuchar y aceptar las confidencias los  hermanos y hermanas que nos manifiestan su dolor.
     – Jesús Hermano, ayúdanos a anunciar el valor del Evangelio y la fuerza que ofrece a quien lo acepta y vive de su luz.
     – Jesús Señor, reconocemos en tí la fuerza de Dios y la promesa de su Reino.

12ª Estación:   Jesús muere en la cruz

     Desde lo alto de la cruz Jesús inicia el salmo 22: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. El salmista dice más delante: “Yo soy un gusano, no un hombre, vergüenza de la gente, desprecio del pueblo” (Sal 22,7). Con todo, de sus labios surge una súplica confiada: “Pero tú, Señor, no te quedes lejos; fuerza mía, ven corriendo a ayudarme” (Sal 22,20).  El salmo sugiere que el atribulado que así ora proclamará su salvación por toda la tierra. Ese es el misterio de la muerte de Jesús y de su confianza en la fuerza de Dios. Y ese es el misterio de nuestra vida y nuestra muerte.
     – Jesús Maestro, enséñanos a dar la vida como ofrenda, como tú has hecho por nosotros.
     – Jesús Hermano, ayúdanos a vivir des-viviéndonos por los demás y proclamando tu salvacion en nuestro ambiente.
     – Jesús Señor, que el misterio de tu vida y de tu muerte ilumine nuestros pasos hasta que lleguemos a la patria celestial.

13ª Estación:  Jesús en brazos de su madre

     El evangelo de Juan nos recuerda que junto a la cruz de Jesús permanecía su madre. Viendo junto a ella al discípulo a quien amaba, Jesús le dijo: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego se dirigió al discípulo diciendo: “Ahí tienes a tu madre” (Jn 19, 25-27). Como ha escrito el Papa Francisco, “Cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño”. La madre que recibe a su Hijo muerto nos enseña que “la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes” (Evangelii gaudium, 288).

     – Jesús Maestro, enséñanos a aceptar como María la voluntad del Padre de los cielos.
     – Jesús Hermano, ayúda a tu Iglesia a confiar en la intercesion de la Mujer que le has dado por Madre.
     – Jesús Señor, tú puedes hacer que convivan en nosotros la fuerza y la ternura del Evangelio. 

14ª Estación:  Jesús es puesto en el sepulcro

     Jesús había anunciado y prometido a los suyos una fuerza prodigiosa para enfrentarse con éxito al mal de este mundo: “No temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; temed más bien a Aquel que puede llevar a la perdición alma y cuerpo en la gehenna” (Mt 10, 28).   Ahora Él es colocado en un sepulcro.  Pero el sepulcro no podrá retenerlo para siempre.  En él la fuerza de la vida se muestra victoriosa sobre la fuerza de la muerte. Las ilusiones de los que buscaban en Jesús caminos de poder serán vencidas por la fuerza de la esperanza.
 
     – Jesús Maestro, enséñanos a superar el temor a todos los que pueden matar el cuerpo.  
     – Jesús Hermano, ayúdanos a colaborar con las iniciativas que tratan de promover en el mundo el don de la vida y la tarea de la esperanza.
     – Jesús Señor, escucha tú nuestro profundo anhelo de vivir y anunciar las mejores razones para vivir y para esperar.

                                                     José-Román Flecha Andrés