EL DÍA DEL
TESTIMONIO
“Dios lo resucitó al tercer día y nos lo hizo ver, no
a todo el pueblo sino a los testigos que él había designado: a nosotros que
hemos comido y bebido con él después de su resurrección”. Ese es el mensaje que
pone en boca de Pedro la lectura del Libro de los Hechos de los Apóstoles que
hoy se proclama (Hech 10, 34a. 37-43).
Pedro ha evocado la vida Jesús, desde su bautismo
hasta su muerte en cruz. No puede olvidar que “ungido por la fuerza del
Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo”.
Pero tampoco quiere silenciar que aquellos mismos que fueron testigos de lo que
hizo en vida son ahora testigos de la presencia del resucitado.
Por tercera vez
Pedro se presenta como miembro de un grupo de testigos. Los apóstoles elegidos
por el Maestro han sido enviados a dar solemne testimonio de que Dios ha
nombrado a Jesús juez de vivos y muertos.
LA
FE Y EL ANUNCIO
También el evangelio juega con el testimonio de los
que habían convivido con Jesús (Jn 20, 1-9). En primer lugar María Magdalena.
Ella había descubierto a Jesús en Galilea. Seguramente había sido curada por Él
y lo había seguido por los caminos y servido con sus bienes, como las otras
mujeres que en él habían encontrado la salud y la salvación.
Ahora María descubre que el sepulcro del Señor está
vacío. Ésa es la gran noticia que se apresura a anunciar. Por algo ha podido
ser llamada “apóstol de los apóstoles”. Quien cree en Jesús lo acompaña hasta
su cruz. Pero quien cree en Jesús no puede olvidarlo. Quien cree en Jesús lo
reeencuentra aunque lo crea perdido. Quien cree en Jesús lo anuncia vivo y
presente.
Sorprendidos por el anuncio de María, acuden también
al sepulcro otros dos discípulos: Pedro y aquel “al que tanto quería Jesús”. El
sepulcro vacío es motivo de fe para ambos: para quien ha traicionado a su
Maestro en la hora de la turbación y para quien lo ha acompañado fielmente
hasta la cruz.
INQUIETUD
Y CONSUELO
En el texto del evangelio de Juan queda flotando el
anuncio apresurado y nervioso de María la de Magdala: “Se han llevado del
sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. ¿No se asemeja esta
inquietud a la que embarga a nuestra humanidad?
• “Se han llevado del sepulcro al Señor”. Muchos
cristianos vivíamos confiados en tener aseguradas todas las creencias. Algunos
se han encontrado de pronto sumidos en la orfandad y en el silencio. Pero otros
han aceptado que Jesús y su mensaje hayan sido depositados en un sepulcro. A
unos los come el dolor. Otros han encontrado la tranquilidad.
• “No sabemos dónde lo han puesto”. La voz de María
Magdalena resuena como un lamento. Jesús no está en el sepulcro. Y no se
encuentra su cadáver. Todo indica que para consuelo de unos e inquietud de los
otros, Jesucristo está vivo y camina entre nosotros. Solo espera el testimonio
de los que creen en él y no pueden ni quieren callarse la noticia.
- Señor Jesús, nosotros sabemos que has vencido a la
muerte. Creemos que estás vivo. Y que tu resurrección es la razón de nuestra
fe, el aliento de nuestra esperanza y la exigencia para anunciar y vivir tu amor
a esta humanidad nuestra. Amén. Aleluya.
José-Román
Flecha Andrés