En el mensaje para la Jornada
Mundial de la Paz de este año 2016 el papa Francisco ha denunciado la presencia de la indiferencia
en nuestros corazones y en nuestras comunidades. Indiferencia hacia Dios que,
irremediablemente, se traduce en indiferencia hacia los demás.
El mensaje recuerda el texto bíblico sobre Caín y Abel para invitarnos a
vivir la fraternidad. También nos recuerda la parábola del buen samaritano. Con
ella Jesús exhorta a sus discípulos a no
“detenerse ante los sufrimientos de este mundo para aliviarlos, ante las
heridas de los demás para curarlas”.
El mensaje nos recuerda que la
misericordia refleja el corazón mismo de Dios. “Por ello debe ser también el
corazón de todos los que se reconocen miembros de la única gran familia de sus
hijos; un corazón que late fuerte allí donde la dignidad humana —reflejo del
rostro de Dios en sus creaturas— esté en juego”.
Se requiere una conversión del
corazón para vivir la solidaridad, esa “actitud moral y social que mejor
responde a la toma de conciencia de las heridas de nuestro tiempo y de la
innegable interdependencia que aumenta cada vez más, especialmente en un mundo
globalizado”.
Ante la amenaza de la globalización
de la indiferencia, todos hemos de colaborar en la promoción de una cultura de
la solidaridad. Según el Papa hay muchas personas y asociaciones que “ayudan a los emigrantes que
atraviesan desiertos y surcan los mares en busca de mejores condiciones de
vida. Estas acciones son obras de misericordia, corporales y espirituales,
sobre las que seremos juzgados al término de nuestra vida”.
Entre las personas que prestan ayuda a los refugiados, a las minorías
étnicas y religiosas, anota él que “hay también muchos sacerdotes y misioneros
que, como buenos pastores, permanecen junto a sus fieles y los sostienen a
pesar de los peligros y dificultades, de modo particular durante los conflictos
armados”.
La superación de la indiferencia genera la solidaridad y ésta es el camino
para la paz. “En el espíritu del Jubileo
de la Misericordia, cada uno está llamado a reconocer cómo se manifiesta la
indiferencia en la propia vida, y a adoptar un compromiso concreto para
contribuir a mejorar la realidad donde vive”.
El mensaje toca algunos grupos concretos de las personas más frágiles en la sociedad, como los
encarcelados, los emigrantes, los desempleados y los enfermos. En este contexto, el Papa renueva el “llamamiento
a las autoridades estatales para abolir la pena de muerte allí donde está
todavía en vigor, y considerar la posibilidad de una amnistía”.
La riqueza del mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año 2016 puede
constituir un indispensable manual de reflexión para las personas y las
diversas agrupaciones cristianas. El año de la misericordia ha de ayudarnos a
todos a intentar superar la tentación de la indiferencia para vivir en la
fraternidad.
José-Román Flecha
Andrés