DONDE LA GRACIA ESTÁ
“Reina y Madre, Virgen pura, que sol y
cielo pisáis, a vos sola no alcanzó la triste herencia de Adán. ¿Cómo en vos,
Reina de todos, si llena de gracia estáis, pudo caber igual parte de la culpa
original? De toda mancha estáis libre:
¿y quién pudo imaginar que vino a faltar la gracia en donde la gracia está?” Es
hermoso este romance de Francisco de Borja (1577-1658) que recitamos en la fiesta
de la Inmaculada Concepción de Santa María Virgen.
En el tiempo del Adviento, la fiesta de
la Concepción Inmaculada de María nos alienta en el camino de la esperanza.
Somos conscientes de nuestros errores y
pecados. A pesar de ellos, Dios ha querido ofrecer a la humanidad un horizonte
de perdón y de misericordia, de gracia y de belleza.
Esta fiesta de María nos lleva a celebrar
esta nueva creación. Nuestra oración de hoy brota de una íntima alegría. La de
saber que lo que perdió EVA, “la madre de todos los que viven”, ha sido
felizmente recuperado gracias al AVE que el ángel Gabriel dirige a María, Madre
de todos los redimidos.
LLENA DE GRACIA
Hoy se proclama el relato evangélico de
la Anunciación a María. En él escuchamos las palabras que le dirige el ángel
del Señor: “María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios”. Ese
saludo convierte a María en imagen de todo el género humano. Con él se inicia
el gran Adviento de la historia humana. Con él renace la esperanza.
Desde lo más hondo de su existencia,
María refleja fielmente la misericordia de Dios y sabe traducirla en fidelidad.
Dios nos crea y nos sostiene. María gozó durante toda su vida de la plenitud de
la gracia y de la salvación. Fue una persona fiel en todo al proyecto de Dios.
También a nosotros, Dios se nos da gratis, pero espera nuestra respuesta.
La sintonía de María con la salvación
ofrecida por Dios a la humanidad es un don gratuito, pero encontró en ella una
respuesta libre y generosa. Muy pobre es nuestra fe si superar el temor no nos
ayuda a aceptar el don de la gracia que Dios nos ofrece cada día.
La humanidad no tiene nada que temer a
Dios. Dios no es un enemigo de la causa y de la libertad humana. Dios nos
ofrece su amable cercanía. Como dijo Benedicto XVI, “el hombre que se dirige
hacia Dios no se hace más pequeño, sino más grande, porque gracias a Dios y
junto con él se hace grande, se hace divino, llega a ser verdaderamente él
mismo”.
ABOGADA DE GRACIA
Hoy nuestro corazón se esponja en la
contemplación de la decisión de Dios de ofrecer a la humanidad un rayo de
esperanza. Con el prefacio de la misa de esta solemnidad nos gozamos en la
limpieza de María:
• “Purísima había de ser, Señor, la
Virgen que nos diera el Cordero inocente”. Esta mirada al pasado de nuestra
historia nos invita a dar gracias por el don de la salvación. A la vista del
mal y de la corrupción de este mundo, con frecuencia nos dejamos vencer por el
pesimismo.
• “Purísima la que, entre todos los
hombres, es abogada de gracia y ejemplo de santidad”. Esta mirada a nuestro
presente nos hace recobrar la esperanza. Y descubrir los signos de esperanza en
nosotros mismos, en los demás y en toda la sociedad.
- “Oh Dios, por la concepción inmaculada
de la Virgen María preparaste a tu hijo una digna morada. En previsión de la
muerte de tu Hijo la preservaste de todo pecado. A nosotros concédenos por su
intercesión llegar a ti limpios de todas nuestras culpas. Amén”.
José-Román Flecha Andrés